Este monumento es un reconocimiento al trabajo de siglos llevado a cabo por las gentes de El Oso. Es la imagen de su identidad tradicional: un pueblo agrícola y, en menor media, ganadero.

Estamos ante un pictograma, un símbolo humano que representa, de una forma genérica, una persona del campo. Cada parte del cuerpo ha sido dibujada mediante las herramientas que le son propias y reconocibles: el arnero es la cabeza, el gario el cuello, el tórax y las costillas, el yugo la cadera y los brazos, que sostienen una garrota y un cencerro, la pala y el horcón son las piernas.

La figura se asienta en la tierra, con la cabeza ligeramente inclinada, alusión a la idea de que los agricultores y ganaderos viven con los pies en la tierra, mientras no dejan de mirar el cielo, del que depende su cosecha y su subsistencia.

La pieza está elevada sobre un pequeño montículo adoquinado para recordar los muelos de grano que se formaban en las eras en los meses de cosecha.

En conclusión, esta obra está inspirada en la idea de que las personas somos lo que hacemos, a lo que nos dedicamos, ese oficio y quehacer en el que empeñamos cada día y que termina por dar forma a nuestras manos y rostro, mientras ha ido modelando nuestro espíritu en silencio.

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